La señora y su niño en brazos, observando la Parroquia de Bombal
En la tarde fría y silenciosa, observando la Parroquia de Bombal la imagen de una señora con un niño. Las nubes blancas con forma que recuerda la piel de naranja cubren el cielo, dejando entrever su color azul. Las calles aparecen desiertas. En el borde del techo parroquial y sobre la cruz, las palomas atienden sus cosas.
Las puntas de unas ramas desnudas asoman por la derecha de la imagen. Una, parece comunicarse con la lámpara de alumbrado público ubicada en la punta del poste metálico. Detrás de la Parroquia, saludan tres palmeras, mostrando su melena. Hay otros árboles -estos sí, con hojas- que respiran en la tarde invernal.
Algunos pájaros pueden escucharse. Y el sonido de un vehículo que transita por una calle detrás de las casas. No hay en verdad mucho más para escuchar. Tarde tranquila de pueblo, tarde que invita a la calma y la observación. Los movimientos son muy pocos: las nubes van pasando mientras cambian su forma y las palomas que se mueven en la altura. Algunas remontan corto vuelo, casi un salto en cámara lenta; otras, llegan a posarse en el techo o en la cruz.
Y la señora y el niño observan. Inmóviles. Sin emitir el menor sonido. Casi sin ser notados (sólo quien presta atención cae en la cuenta de que están). Y así, en el mismo lugar y la misma posición, están en otros días distintos. Como días con sol pleno. O como también en noches muy frías. Días de lluvia intensa, o de llovizna persistente. Tardes de tormentas eléctricas. O con granizo, y hasta alguna nevada. Soportando sin inmutarse las heladas o los días de calor sofocante.
Y así, pasan las estaciones del año. Lo mismo invierno que verano, es igual otoño o primavera. Y también, pasan los años. ¿Cuántas décadas más seguirán allí, observando la Parroquia de Bombal? (Fotos: Pablo Harvey)